¿Mujeres caricaturistas? Muy pocas. En Costa Rica casi se cuentan con los dedos de una mano. Fue allá, por 1925, cuando obras de mujeres costarricenses emprendieron su camino en una de las revistas más prestigiosas en el ámbito intelectual. Entonces, el maestro Joaquín García Monge tuvo la osadía de publicar los hermosos grabados de Emilia Prieto y de la salvadoreña Lastenia Araujo de Artiñano en su Repertorio Americano (1919-1958).
Convertida en tribuna, aquella revista fue un punto de encuentro de artistas y escritores, mujeres y hombres de Latinoamérica y el mundo. En su proyecto, don Joaquín dio cobijo a diferentes manifestaciones artísticas, entre ellas, el humor gráfico.
García Cabral, Massaguer, Bagaría, Rendón, Toño Salazar, Covarrubias –entre otros– compartieron el espacio con caricaturistas nacionales, algunos también grabadores: Max Jiménez, Francisco Amighetti, Gilbert Laporte, Salazar Herrera, Noé Solano, Enrique Hine y Paco Rodríguez, al lado de Emilia Prieto, Lastenia de Artiñano y Adela de Lines.
García Cabral, Massaguer, Bagaría, Rendón, Toño Salazar, Covarrubias –entre otros– compartieron el espacio con caricaturistas nacionales, algunos también grabadores: Max Jiménez, Francisco Amighetti, Gilbert Laporte, Salazar Herrera, Noé Solano, Enrique Hine y Paco Rodríguez, al lado de Emilia Prieto, Lastenia de Artiñano y Adela de Lines.
Cuando aún no había derecho al voto femenino, don Joaquín divulgó la voz de Carmen Lyra, Luisa González, Lastenia, Emilia y otras intelectuales y artistas que fueron parte de la llamada Generación del Repertorio Americano.
Con sus ensayos o dibujos –o con ambos–, estas mujeres objetaron la tradición avalada por la Generación del Olimpo y la sociedad patriarcal, y coadyuvaron a formular un nuevo proyecto de nación. Así, el ideario de don Joaquín –unir la patria hispanoamericana en una sola comunidad– pasó por la mano y el alma femeninas.
Una Emilia joven y combativa expresó, en letras e imágenes, la realidad que vivía. “Es inconcebible que el lenguaje universal del Arte se niegue a comunicar hondas verdades de la conciencia. Si a él van, como al mar las fuentes inquietas de los ideales humanos, y si es la política el único y exclusivo campo donde el hombre en sociedad puede plantear el orden, el método y la táctica para realizar sus anhelos, cuán desolada hoy esa pregunta de ¿qué es el Arte Político? que nos hacen los dómines”, escribió Emilia Prieto en el Repertorio Americano en 1936.
Diez años después señaló en La Tribuna: “Ser apolítico es como ser nonato, difunto u orate”. Su preocupación por las situaciones de desigualdad incluyó a mujeres, niños, conchos y todo tipo de injusticias sociales. Sus cáusticas xilografías fueron parte de una revista medular en la cultura de su época. Confrontó lo político, lo social y lo estético junto a Lastenia y a Gilbert Laporte, afines en posición ideológica y expresión artística.
Una artista gráfica. Más que una joven del grupo modernista, Emilia Prieto Tugores (1902-1986) es la primera mujer caricaturista documentada y una de las pocas en la historia del humor gráfico costarricense; además, es una de las grabadoras del período.
Así, su obra gráfica (1925-1945) encarna una doble ruptura: por su sentido ideológico y por la forma de expresión que elige: caricatura en grabado. Por la carencia de materiales adecuados, el grabado era una técnica nueva, difícil de practicar entonces.
Parece que la irrupción en el humor gráfico llevó a Prieto a recurrir a medios expresivos que le permitieran imprimir su huella en ese “universo de hombres”, dada la enorme desproporción habida entre ambos. Doña Emilia se apropió de la caricatura y la xilografía para testimoniar y reflexionar desde su visión femenina y feminista. Radical, su obra es mordaz, desafiante y de una gran calidad artística.
A los 74 años confesó que sus obras predilectas eran “El maestro y el pupitre” y “La perfecta casada”, “un cuadro con una mujer con cara de idiota y un chayote en la mano”. “Ese lo tengo detrás de mi cama y lo considero muy interesante”, agregó. “La perfecta casada” se exhibió en la I Exposición Centroamericana de Artes Plásticas (1935) y es una representación caricaturesca de la mujer. Ocultas tras la máscara, incompletas o mutiladas, las mujeres de Emilia revelan la condición femenina en la sociedad patriarcal.
Durante la VI Exposición de Artes Plásticas (1934), algunos de sus colegas pretendieron que sus óleos no fueran colgados, pero Max Jiménez alegó: “Yo los colgaría a la entrada”, y Rómulo Tovar adujo: “El pecado mortal de Emilia es pintar conforme a su sentir; no lo hace para complacer, sino para dignificar sus propias ideas”. Ya en 1922, su afán de libertad la había llevado a considerar absurda y limitada la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde estudió con Tomás Povedano y Enrique Echandi.
Su trabajo como grabadora se exhibió en el 2004 en el Museo de Arte Costarricense. La exposición Las peras del olmo. Obra gráfica de Emilia Prieto aludió a su xilografía El olmo que dio peras . Esta muestra de 130 obras registró a Emilia Prieto dentro del arte plástico nacional y la legitimó como artista. Sila Chanto y Carolina Córdoba fueron las curadoras.
Una mujer multifacética. Emilia Prieto fue educadora, artista gráfica, ensayista, investigadora, folclorista, cantante y compositora. “Comencé por el dibujo y después estudié piano. Entré a fungir como maestra [']. Siempre me interesó todo lo que tenía que ver con el pueblo, con sus manifestaciones espontáneas; de allí que en 1935 emprendí un trabajo de estudio sobre las carretas decoradas de Sarchí”, explicó en 1978.
Sus estudios la llevaron a organizar el primer desfile de carretas y la Exposición de Artes Decorativas de Carretas (Teatro Nacional, 1935) con el apoyo de la Secretaría de Educación Pública. Fue jurada de premiación de ambos encuentros realizados el día de la patria.
Emilia Prieto es un icono en el ámbito del folclor nacional. Compiló dichos, refranes, chistes, coplas y canciones tradicionales de la meseta, muchas recogidas en el libro Romanzas ticomeseteñas (1978).
Prieto divulgó sus estudios en ensayos, documentos, conferencias y también en cantos: en la Casona del Higuerón, acompañada con el músico popular Juan F. Hernández (1976), en el disco de canciones folclóricas (Indica, 1974) y en el programa Somos como somos en Radio Nacional. El grupo Cantares ha recopilado parte de su obra.
Emilia Prieto fue cofundadora de la Liga Antifascista (1936), del Comité Nacional de Partidarios por la Paz (1949), de la Escuela de Cultura Popular y de la Universidad Obrera (1943); asimismo, participó en las luchas que condujeron a la legislación social de los años 40, y por ello fue perseguida y encarcelada. También integró la Alianza de Mujeres Costarricenses.
Los premios nacionales de Periodismo Joaquín García Monge (1984) y Cultura Popular Tradicional (1992) reconocen su quehacer en el campo del folclor; la Galería de la Mujer (INAMU, 2005), su lucha por la igualdad entre los sexos.
Quizás la estatura de Emilia Prieto en estos ámbitos haya ocultado una obra gráfica realizada mayormente en su juventud. Este es otro de sus admirables legados.
Artículo publicado en la Revista Áncora de La Nación, el 3 de abril de 2011. Ana Sánchez Molina es catedrática de la Universidad Nacional de Costa Rica y es autora de los libros “Alejo Carpentier: cronista mayor de Indias de la época contemporánea” (1977), “Caricatura y prensa nacional” (2002), así como de “Historia del humor gráfico en Costa Rica” (2008). Sánchez ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas y de difusión cultural.