Su modo de enseñar era traduciendo al lenguaje popular lo que podría haberse dicho con explicaciones académicas. Por ejemplo, para explicarle a un niño lo que era el tiempo pluscuamperfecto de un verbo, esta educadora graduada en el Colegio Superior de Señoritas le dijo: “si la chancha no se hubiera muerto habríamos comido chicharrones”. Así lo cuenta Omar Babbar, nieto de Emilia Prieto Tugores (1902 – 1986).
Investigadora, erudita, sabia, artista gráfica, ensayista, cantante y compositora, esta mujer costarricense que dejó un importante legado cultural y educativo, no es hoy muy conocida, por las nuevas generaciones, porque sus obras en los campos de las letras y las artes plásticas no han sido casi reproducidas.
Ahora su nieto Omar muestra interés por crear productos que ayuden a divulgar las obras de su abuela.
Existe un documental titulado “La libélula del Guararí” que, en vida de Emilia, hizo sobre ella Mercedes Ramírez, quién lo realizó como obra para su graduación de cineasta en Alemania. El documental se estrenó en Costa Rica en 1984 con la presencia de la autora.
“La primera vez que vi a Emilia fue en un acto cultural, de esos previos a las manifestaciones políticas, a finales de la década de los 70”, cuenta la cineasta.
Las fronteras no eran tan fuertes como ahora, a nadie se le ocurría expresar una frase xenofóbica contra Nicaragua y Somoza, el presidente de ese país, era un personaje rechazado por las democracias latinoamericanas, por lo que ir a las manifestaciones de solidaridad con Nicaragua y que los artistas cantaran era muy normal y común, explica Ramírez.
Pero además de su lucha permanente por la solidaridad, la democracia y los derechos de las mujeres, desde diversos frentes de acción, además de su obra gráfica de gran valor intelectual y estético, Emilia realizó una gran labor de recopilación de las canciones que cantaban los campesinos, que ella misma después interpretaba acompañándose con su guitarra.
Su padre tenía una finca en Guararí de Heredia y por eso estaba muy familiarizada con la gente del pueblo, con los campesinos.
Por el lado materno y el apellido Tugores, Emilia Prieto desciende de la nobleza (familia de origen canario, español) aunque ella solía decir que “la verdadera nobleza es la del espíritu”, comenta su nieto Omar, quien asegura que si tuviera que definir con una sola palabra a su abuela debería decir “inclaudicable”.
“Esencial y profunda, la obra de Emilia Prieto constituye un testimonio actual, una reflexión crítica y una original creación en torno a nuestra identidad cultural”, dice la filósofa y catedrática Rosa María Margarit en el Suplemento de la página icat.una.ac.cr.
Por su obra sobre la vida cultural de Costa Rica, Emilia Prieto recibió, en 1984, el Premio Joaquín García Monge.
Los grabados en madera hechos por esta artista, fueron publicados, así como sus escritos, en Repertorio Americano, la valiosa revista producida y distribuida por Joaquín García Monge, que daba espacio a lo más inteligente del pensamiento iberoamericano de esa época.
Emilia fue también caricaturista y una de las primeras mujeres que en el país hicieron uso del humor gráfico.
Existe hoy el Premio Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial “Emilia Prieto Tugores”, que lleva su nombre y se entrega a candidatos o candidatas que destaquen por su trabajo en expresiones del patrimonio cultural inmaterial, tales como tradiciones y expresiones orales, artes del espectáculo, actos festivos, técnicas artesanales tradicionales, entre otras, según lo explica una página del Ministerio de Cultura y Juventud.
El legado de esta gran pensadora y artista enriquece el patrimonio cultural de Costa Rica y del mundo. Su mente y sus acciones estuvieron siempre al servicio del encuentro genuino con la tradición cultural costarricense y con la profunda reflexión sobre el entorno local e internacional de su época.